Ni con el pétalo de una rosa


El día de las elecciones decidí subir a un micro y trasladarme hasta el lugar de la votación; de esta manera, pude ser testigo fiel de la poca tolerancia que tenemos las personas frente a ciertos hechos. En esta oportunidad pude presenciar como se desarrollaron los hechos desde la subida de un joven en compañía de su pequeña hija, quien no pasaba los tres años de edad. Subió también una señora, de la cual podríamos decir ya estaba «entrada en años», alguien a quien necesariamente calificaríamos dentro de “la tercera edad”. Muy amablemente, este señor le pidió a una niña, quien estaba acompañada de su madre y de su hermanita menor, que le cediera el asiento a esta anciana, a lo cual la madre de la menor, respondió negativamente, apelando que su hija era una niña de «a penas» ocho años y podía caerse ante un mala maniobra que hiciera el conductor. Este hecho conllevó a que el señor le recordara que los primeros asientos (Ley 27050) están reservados para la gente de la tercera edad, no sin antes también precisarle que muchas personas, bajo la excusa de tener a sus hijos consigo, no permiten que otros tomen el lugar que les corresponde, también le hizo notar, que su hija, siendo aún más pequeña, estaba paradita siendo protegida, unicamente, por él. La conversación se empezó a tornar cada vez más fuerte y con ello, la “madre” empezó a mandar «al diablo» a este señor, quien, por supuesto, le dijo que no hablara así, ya que, de lo contrario, él también se vería obligado a mandarla «a la M».( Antes de que todo lo anterior suceda, pude apreciar que esta mujer era de aquellas personas que al recibir una llamada al celular, hacen de conocimiento publico toda su conversación, lo cual considero muy desagradable). Pensaba que seria una de esas discusiones que quedan así, pero fue un sonido, acompañado de bruscos movimientos, lo que me demostró que estaba equivocada. Al voltear a ver, el señor tenía en la nariz un rasgón de del cual brotaba sangre, no mucha, es cierto, pero herida al fin, pude ver también que intentaba retener a una mujer que se salía de control, las niñas, incluida su pequeña, comenzaron a llorar y gritar, mientras su madre se enfrentaba a él sin control… Nunca había visto a una mujer llegar a tomar estas actitudes y comportarse tan fuertemente, incluso diría yo, tan violenta. Lo que me llamó la atención fue como la gente, sin apreciar realmente quien empezó con la agresión física, parcializada diga: “¡Oiga, a una mujer no se la golpea!”… Absurdo, no apoyo la violencia contra una mujer, y espero que ustedes tampoco, pero de ahí a decir que un ser humano, por el solo hecho de su género, se deje maltratar es algo con lo que no estoy de acuerdo. Pude apreciar cómo los ciudadanos, en algunas ocasiones, nos parcializamos con el género femenino, y victimizamos, sin entender que hay otro que muchas veces es socialmente “el perdedor”. La señora no fue dañada, y eso lo puedo asegurar, lo único que intentó este hombre fue detenerla, ya que ella pretendía seguir agrediéndolo.

El vehículo se detuvo cerca de un colegio en Magdalena del Mar, aprovechando que había policías, bajaron al hombre, a quien la sociedad condenó, junto a él, su niña; sin embargo, la agresora material, no lo quiso hacer, las razones no las justificó, sólo dejó en claro que ella NO SE BAJARÍA DEL VEHÍCULO, continuando con la marcha. Hoy escribo esto pues en retrospectiva me doy cuenta que si ella bajaba, tendría que haber enfrentarse a una denuncia, sin embargo aquí el dañado (con una prueba como la herida sangrante de la nariz) apuntaría a que esta “madre” sea la autora, estos hechos calificados como FALTAS CONTRA LA PERSONA, motivaría que este señor a quien se le daño corporalmente pase un examen médico legista cuyo resultado señale que las lesiones no superan los 10 días de incapacidad para laborar, consecuentemente al judicializarse ante el Juez de Paz, éste previamente invitará a las partes a que concilien (que puede ir desde pedirse disculpas hasta aceptar los hechos) caso contrario, el proceso concluirá con una sentencia cuyo fallo reservará (es decir no le genera antecedentes al agresor, si nunca antes lo hizo), pero obligaría a esta “madre” a tener que ir a firmar quizás cada dos meses por un espacio de un año, preste servicios comunitarios (como por ejemplo barra las calles de un municipio al cual calculo no pertenece para evitar el “roche”) y pague una determinada cantidad de dinero a la persona agredida.
He querido escribir este artículo relatando un hecho real del que fui testigo con el fin de que en ocasiones, por el devenir del trabajo o las circunstancias que se puedan presentar, debemos considerar que es mejor mantener la calma, no dejar que nuestros impulsos nos dominen, ante la reacción violenta a la cual, calculo que la ignorancia también sumó y tener en consideración que las consecuencias no solo económicas, sino psicológicas, pueden ser mayores; de igual modo, quiero comentarles que no se trata ahora de victimizar a la mujer, por el hecho de su condición de vulnerabilidad frente al poder físico del hombre, pues podemos ser testigos que quizá tu hijo, tu hermano o tu esposo pueda ser víctima de una agresión o quizás de su muerte, por parte de alguien de mi mismo género.

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